Estaban acostumbrados a que el partido fuese desigual. Siempre les acomodó el papel del equipo grande contra el equipo chico. Nunca quisieron igualar la cancha, porque si el otro no tiene nada es más fácil ganarle, es más simple pasarle por encima y golearlo. Porque ellos venían con sus Nike relucientes y nosotros jugábamos a pata pelada. Porque ellos entrenaban en canchas de pasto y a nosotros nos prestaban la cachas de tierra.
Estaban acostumbrados a burlarse de nosotros, a no tomarnos en serio. Porque qué íbamos a hacer si no teníamos nada, si les teníamos miedo. Qué íbamos a hacer si ellos tenían el poder, si ellos veían si nos dejaban jugar o no. Qué íbamos a hacer si la historia decía que la única vez que nosotros habíamos ganado, ellos usaron su poder y nos desafiliaron, nos hicieron desaparecer, nos mataron.
Estaban acostumbrados a su trono cómodo, pero el fútbol y la vida nos recuerdan que cuando más cómodo estas, cuando más grande y poderoso te sientes, puede venir el pequeño y darte una sorpresa. Porque sigues teniendo todo, pero el que no tiene nada se da cuenta que tampoco tiene nada que perder. Porque el chico se para de frente y cacha que puede, mientras el gigante se cuestiona si en verdad era tan grande. Porque siente miedo y no lo conoce y eso lo asusta aún más. No saben reaccionar. No entienden cómo reaccionar.
A esto no estaban acostumbrados, pero se tendrán que acostumbrar. No estaban acostumbrados y quisieron revivirnos viejos miedos. Amenazaron con volver a hacernos desaparecer, pero no retrocedimos porque esta vez vamos a pagar el costo que sea. Porque algunos ya dejaron su sangre en la cancha y esta vez no van a poder esconderla.
Se van a tener que acostumbrar porque esta vez les vamos a ganar.
Erick Zavala, panelista de Olrai