Enero suele ser un tiempo de esperanza, de ilusión. El equipo debe volver a conformarse y la llegada de nuevos integrantes es siempre motivo de ansiedad. Queremos lo mejor. Sean chilenos o extranjeros. Altos o bajos, zurdos talentosos, hombres de refriega o goleadores letales frente al marco. Jóvenes promesas o sandías caladas. Proyección o presente. Actuales seleccionados o futuras promesas de la roja. Siempre, esperando la sorpresa, el crack que se baje del helicóptero y con su pelo al viento, toque nuestro corazón y satisfaga todas nuestras necesidades.
Año tras año nos pasa lo mismo. Esta vez, ya hemos sufrido las decepciones correspondientes y seguimos comiéndonos las uñas en espera del Lucas Barrios campeón de la Libertadores, del Matías Fernández resucitado por su afición o aquella sorpresa que nos haga ilusionarnos con un año esplendoroso.
Nuestro compañero Guedemaníaco puso la pelota al piso y nos hizo recordar otras épocas estivales, otros veranos en espera de refuerzos. He aquí su registro, he aquí su «hilo»:
A 6 de esos, los cerraron en 5 minutos. Paciencia con los refuerzos.
Estos sí que eran refuerzos: un personaje X; Patricio Jerez; Juan «Muralla de adobe» Castillo; Mario Salgado; Agustín Alayes y Alvaro Ormeño.
El personaje X es Joan Muñoz, actual albañil. Atiende sábado y festivos.








La asamblea de Loncos fue unánime: Cristián Canío es investido como el Toki de Colo-Colo. Jugador sin club, llegó con 29 años, pero parecía de 48. El 2010, el terremoto marcó 8.8 y él 9.3 (en la alcoholemia). Su palmarés: 3 garrafas, 6 galones de birras y una racha de 8 hipos por minuto.
Mención a Diego Olate: debutó con una mano; lo expulsaron por reclamos desmedidos (UC) y La Tercera sentenció «lejos lo peor de Colo Colo» en la goleada de Cruzeiro. El 2013 quedó en prisión preventiva por un homicidio y logró lo que nunca pudo en el fútbol: lo absolvieron.
Según la Pokedex, Marco Medel con una «piedra lunar» evoluciona en Miguel Caneo. Diagnosticado con síndrome de crohn, Schwarzenegger se basó en él para interpretar al Sr. Frío. Insípido, saltarín y diarreico. Con tres copetes, evoluciona en «CRISTIÁN CANÍO».
Benjamín «Manguera» Ruiz, el «jugador rémora». Llegó el 06′ y estuvo un semestre donde usufructo el éxito del cual sólo fue espectador. Se llevó medallas, recorrió Chile, se sacó fotos. Como un mendigo en el Hogar de Cristo. Nadie le recuerda un centro, una finta o una patada.
2007. Parido el 83′, Gilberto Velásquez llegó armado robando con presencias en la sub20 de Paraguay y un par de amistosos cornetas con la adulta. Fue tan malo, que apeló a su parecido al Chano Garrido para causar piedad. Le dieron un baile histórico en Calama.
El único palmarés de Joan Muñoz dice «Resta de puntos a Colo-Colo por ser mal inscrito contra Cobresal». El acápite «Selección Nacional» de su página en Wikipedia consigna «Aún no ha debutado». Indigno e indignante. Billy Bob Thornton lo interpretó en «El hombre que nunca estuvo».
El 2007, J.L. Cabión llegó con la chapa de «Seleccionado Nacional», envuelto en papel y cinta. Limitado, su outfit fue el overol. A mano armada, él mismo agranda su leyenda: «Todos recuerdan cuando ANULÉ A NEYMAR». Una noche inspirada que todos los días repasa en su diario de vida.
Claudio Bieler fue esa polola de barrio, fea, peluda, olor a fritura, iletrada, que te amó como nadie y tú no la valoraste. Después fue al gym, se puso silicona, se arregló el caracho y todos la deseaban. Su aporte fue más valioso del que se recuerda: nos dejó una lección de vida.
Piernas temblorosas y piel erizada. Mario Edison Giménez acaba de convertir y está de rodillas en el césped. No sabe qué hacer. Se ilumina: simula tener un arco y dispara una flecha. El estadio se viene abajo. Eso fue todo lo que hizo. Destaco que estuvo fenomenal en Shrek.
Rainer Wirth dio la PSU y quedó en Medicina. Ahí debió quedar la historia, pero un mala clase lo instó a seguir en el fútbol. Borghi, en delirio de ayahuasca, lo turnó con el Tigre Muñoz hasta que alguno se equivocara. Fue Rainer Klaus y por 4. Gran persona, horrendo cuidatubos.
Formado en la Gloriosa, Yerson Opazo, en una venta de humo sin precedente, el mismo día que estampó la rúbrica en el albo despachó: «empiezo a sentir cariño por la institución». Lo apodaban «Schopazo», por su adicción al licor, maldito flagelo. Lo pintaron 4 veces en 7 lances.
«Crack», «genio», «figura». Ninguno de estos apelativos le gritaron a Carlos «Caliche» Salazar, titiritero que vino a reemplazar a G10 Hernández. Nula visión de juego, cero despliegue físico, robó un semestre con pases sin intención a los costados. Sacó más risas que aplausos.
John Jairo el «Tigrillo» Castillo, jugador de culto. Bichi Borghi, delirando, lo definió: «juega abierto, es rápido y hace goles». Nada de eso. Ineficaz, inútil, baja autoestima, obscenamente malo. Las malas lenguas decían que le pesaban los ovoides, porque a jugar no vino.




El más pedido: Alex Von-Schwedler. Se comenta que no lo ponían por temor a que alguna Caro Fernández de la época denunciara errores ortográficos en la planilla. El «Kaiser» duró 2 MESES. «Jugó» 45 minutos. En un amistoso. CONTRA EL EXTINTO WANDERERS. El más corneta de todos.
Pancho «Águila» Prieto. Discreto guardavallas empollado por la escuela del Rambo Ramírez. Pirotécnico, en cada vuelo sufría ataques de epilepsia, giros mortales y aterrizajes dramáticos. Se le estima por pasarse las manos sobre sus genitales frente a la porra azul: «TE PASEO».
El paraguayo Riquelme, el jugador «oxímoron»: mitad «hachero», mitad «tronco». Su intrínseca antitética lo implosionó. Con velocidad crucero, tuvo menos «cruces» que perro quiltro. A lo Marty McFly, quiso viajar en el tiempo y «volver a CC para romperla». No, gracias.
Una joyita: Gerardo Cortés. Bronce el 07′ con la sub20. 10 clásico de envidiable pegada. Lo tenía todo para triunfar, ¿qué pasó? El flagelo del destilado, las pelanduscas y la farra desmedida lo llevaron por siniestros senderos. Hoy sólo conserva el olor a tinto y la nariz roja.
2010. Claudio Graf tenía el peso del mundo sobre sus hombros: reemplazar a Juan Gonzalo Lorca. Pícaro, tiró el CV sobre la mesa, en negrita se leía: Campeón Sudamericana con LDU Quito, 8 presencias. Eso sí, venía con letra chica: 0 GOLES. Acá no quiso ser menos y se anotó con 2.
Luis Pavez. A secas. Desde Palestino, firmó el 25 de diciembre de 2009, siendo el regalo de navidad para los albos (símil a un carbón). Sólo se le recuerda un penal a la U en el 87′ (derrota postrera). Tuvo la deshonra de ser moneda de cambio para la llegada del MÁGICO GONZÁLEZ.
Lucas Wilchez era un jugador «picante». Pero no por lo punzante, sino ordinario y cuma. Chasca sucia al aire, encaraba, vendía humo, se esforzaba. Podía ser «Ídolo de barrio» pero nada más. Se destacó por ser entrañable, el bromista, el que llenaba la botella de shampoo con semen.
Diego Cagna llegó en plancha: «Quiero que Colo-Colo juegue como Barcelona». Engatusó al respetable con poleras estampadas, pero duró poco. Desaseado, flojo y chanta, hizo de CC una sucursal de FedEx (repleta de paquetes). Perdió un torneo insólito con la UC y se fue orteado por la U penquista.
En Huachipato, Nery Veloso dejó en la banca a cancerberos cornetas como «Shrek» Espinoza y Henry Lapczyk. En Colo-Colo se empachó de comer tanta banca. Registró más goles en contra (-5) que PJ (2). Lo más triste es que perdió la pulseada con el «Águila» Prieto y el «Araña» Olivares.
En su lecho de muerte, Gino Clara tendrá el honor de ser considerado el «peor refuerzo extranjero de Colo Colo». Jugó 1 partido de titular (vs U): falló en 2 bicicletas. Es el paradigma del «jugador corneta», mercenario, malo y con un video en youtube que lo deja por sobre Messi.
El 2010, a Javier Cámpora le avisaron que Canío era el otro refuerzo y le hizo un guiño «voy a BRINDAR TODO por CC». Con las enseñanzas del Profesor X, aplicó telequinesis y le botó el banderín al saquero para clavarse a la Gloriosa. Pese a marcar 6 dianas, expiró a los 6 meses.
2011, el mejor año de nuestras vidas. Todos dejaron huella: Vilches (pidió cambio en el entretiempo por pifias); Osmar Molinas (autogol en el clásico); Boris Rieloff (-) y el Pájaro Gutierrez (se creó una página web que contaba los días desde su último gol).
«Tolo» Gallego (Jabba The Hut) llegó como «bombero» y se fue calcinado. Dijo tener «4 fantásticos» sin especificarlos. Es el DT más caro en la era B&N ($1.2) Justificó ser ofensivo por ocupar dos F16: Wilchez y Rieloff. Eliminado de todo. Chico de humo, coquetea, se evapora.
El «Pájaro» Gutiérrez no perdió tiempo y atacó la yugular del respetable: «llego al club más grande» y «me declaro hincha del popular». Lo apodaron «Romuerto» y crearon una web que contaba el tiempo desde su último gol, en una sequía propia del Sáhara. Cortó 16 mangos por mes.
Agustín Alayes cumple lo que promete: «vengo a aportar mi «granito de arena»» y así fue. Llegó cojo, lo que no impidió que se engullera 12 palitos al mes. Su registro da risa: perdió los 2 partidos que jugó. En uno de ellos, la UdeC metió 5. Hasta La Mole lo encontró caradura.
Juan Castillo llegó con el apodo de «Muralla» pero una hecha de barro y paja. Siniestra paradoja arribar a un país telúrico. Más efectista que efectivo, como función eréctil, su rendimiento fue decreciendo. Indignamente, apeló a su parecido a la insignia para ganarse al hincha.
Cuando Boris Rieloff llegó a Colo Colo, cometió un delito: falseó su CV y ejerció ilegalmente la profesión. En «Formación Académica» consignó un Magíster por la banda diestra que nunca cursó. Timorato, lerdo, voz de pito, hasta el Sr. Lápiz demostró más personalidad en Cachureos.
El 2011, Marco Medel iba a ser el «tapado» de la Noche Alba, pero un contratiempo lo impidió. Fue una premonición, ya que después lo taparon en diario. Player frío. Si hubiese sido Jack en el Titanic, no moría de hipotermia. Contra el manual, renegaba de la refriega y la fricción.
El carril siniestro de Colo-Colo es como el Río Aqueronte, donde vagan las almas en pena. Patricio Jerez canchereó y sin pagarle a Caronte (el barquero de Hades) quiso desbordar y sacar un centro. ¿Cómo le fue? Los lamentos de su ánima aún retumban en el inframundo. Paquete mitológico.
Renny Vega, grueso cancerbero caracterizado porque «todo le importa una raja». Saque de sobrepique, como un púber, le gustaba amasarla con una mano al cortar centros. En una macana histórica, quiso picarla ante un loro, cometió penal y se extinguió. En el Pasional le clavaron 4.
Vengo a inmolarme por Osmar Molinas, quien copuló con mi vecina. Petrolero, capitán de Olimpia, no fue versero. De carácter fuerte, nunca renegó a la refriega y siempre la dejó puesta. Outfit overol, lo mató el infortunio del autogol. Afuera salió campeón, lo recuerdo con amor.
Eyaculado en 1980, Mario Salgado arribó humeante. Su primer guiño a la tribuna: «renuncié a dinero para llegar». Más obsceno aún fue cuando dijo que Guardiola le tiraría las orejas «porque creía en mi proyección». 1 diana en un año. Ocupaba la n°6. Inexplicable como su llegada.
El 2012, la banda siniestra era un dolor de cabeza, pero Ivo Basay tenía la solución: Juan Toloza. Lo repatrió desde Rumania. Redgol vendió humo diciendo «se perfila como jugador clave». Tras un indecente inicio, apeló al «vengo saliendo de una lesión rebelde». 6 meses y fuera.
Su dribbling: queso. Las sotanas: aceitunas. Sus lujos: jamón. El enganche: pickles. Pedimos 300 gr. de esa «pichanga» y nos intoxicamos. El «Pianista» Vidangossy nunca le apuntó a la tecla y hoy hace sus regates sobre un bólido de Uber, soberbiamente calificado con un 4.7/5.
Excretado en 1937 de las gónadas de su padre, Leandro Delgado se demoró 44 años en llegar al oviducto de su madre. Flemático, kilométrico, cachazudo y moroso, asistía de frac donde el «dress code» exigía overol. Cuando el respetable clamaba un baño de sangre, él ungía alcohol gel.
«Dame la 10» dijo sin titubear Facundo «el Mago» Coria. Regate. Toque de primera. Tiro de distancia. Visión periférica. Gol. Despliegue. Nada de esto tenía Coria. Tras dar caldo, se hizo la víctima y apeló al rasca «el DT no me aprovechó». Hoy la descose en la 2° división argentina.
Cuando Colo-Colo aspiraba alto en serio: Miguel Ángel «Mágico» González (hasta el Mago Oli tenía más magia); Horacio Ramón «Pelusa» Cardozo y Mathías «el Pianista» Vidangossy (actualmente conduce Uber, calificación 4.7/5)
2012. Horacio Ramón «Pelusa» Cardozo. 32 años, cero proyección ¿Un consolidado? Viene de la 4° división de Grecia. ¿Aptitudes? Hachero, lento, poco técnico, mala higiene. Cortaba 6 palos mensuales por estar en la banca y hacerse expulsar. Y pensar que le hicieron una presentación.
No mientan, de este no se acordaban. Jean Paul Pineda le dio check al Manual del Tribunero: «yo y mi familia somos hinchas de Colo-Colo». Antes que Faloon le embalsamara la nutria, J.P. sirvió caldo a destajo. 0 goles en campeonatos nacionales. No jodan. Don Graf, Tolerdo y Cámpora hicieron al menos 1. Paquete en 3D.
¿Tenía pinta de crack y de talentoso? Sí, pero en un futbolito de apoderados. Su apodo de «mágico» lo condenaba: era un mago al que se le moría el conejo en el sombrero. En su primer partido, Basay lo sacó a los 37′ del PT. Lo mató y no hubo magia que lo reviviera.
2013. Desde Rosario Central, Javier Toledo llegó con el mote de «héroe», pero como Harvey Dent, se transformó en «villano». Tronco, lento, feo y torpe, marcó un miserable gol al Tanque Sisley. Lo celebró media hora tirándole besos a Dios, como si le hubiese concedido un milagro.
En la final de Toulon (2009), Gerson Martínez marcó el tanto de la victoria a 5′ del final. Con esa diana, justificó su llegada el 2013. Perteneció al grupo de jugadores de «proyección» (para empaquetar en el Jumbo). No vio una. Su mayor logro era parecerse a Miguel Riffo.
Emilio «Choro» Hernández llegó el 2013 con el humo de ser hincha de toda la vida. Pichanguero y lagunero, sólo dejó para el recuerdo una chuleta grotesca a Albert Acevedo en el clásico (justicia divina). Cabe destacar que el 2011, se quemó los testículos con agua hirviendo.
Lucas Domínguez Irarrázabal. Habla de corrido, buena dentadura, cabellera clara. «Lucrack» descolló en Audax y su aparente elegancia fue un timo. Bordeando la leche descompuesta, era un carnicero. 6 tarjetas en 7 PJ. En su carrera, suma 63 cartulinas. Las apariencias engañan.
Fabián Benítez era un refuerzo tan corneta que Gustavo Benítez lo defendió: «es un hombre táctico y será el equilibrio». Un descarado lo apodó «Pitbull». Obviamente fracasó, si era enfermo de malo. Se puso la lápida al declarar: «entramos con miedo a los partidos». Indecente.
El currículum de Mathias Cardacio tenía un paso por el AC Milan y no mentía: 2 PJ, 11 minutos. De entrada, Labruna lo cortó y sólo vio acción en la filial. En su debut en el primer equipo (amistoso vs UC) se quería comer la cancha. A los 31, lo echaron tras un patadón ordinario. No jugó más.
Matías Quiroga llegó con parafernalia: contratos impugnados, reuniones AFA y FIFA. Alta facha para el medio local, fue sólo correcto. Nunca descolló y solía terminar mal las jugadas. Rondan en youtube unos compactos ordinarios con jugadas intrascendentes. Terminó casi calvo.
En su presentación, Malrrechaufe, sin pudor se definió como «ordenado, líder, alto pero no lento». Le faltó «AMATEUR». Tribunero, dijo «haré lo imposible por ser titular» y cumplió, porque no hizo nada. Sus números: 3 PJ; 4 conferencias; 5 meses. Ni Rafa Garay se animó a tanto.
Somos Colo-COlo. Necesitamos un artillero. Un súperclase. Un depredador del área. Un demente que quiera batirse la nutria hasta que se le infarte. Un player que PONGA LOS PUNTOS SOBRE LAS ÍES. Y aparece alguien con el CV de Nicolás Canales y otro que da el visto bueno. Bonnie y Clyde.
Nico Crovetto se sabía malo y apeló a la «Bill Cosby»: le puso una píldora al bebestible del hincha. «Quiero quedar en la historia de Colo-Colo». Discreto lateral con menos proyección que feto inviable. El único «centro» que conocía era Plaza de Armas. Menos «desborde» que el río Loa.
Un 4 de enero parieron a Javier Reina, miembro bastardo de la realeza. Su paso por China (catando perros asados) sembró la duda. Su compacto lo dirigió Scorsese, donde hasta caminaba sobre el agua. «Tengo velocidad y remate» mintió sin sonrojarse. Paquete. Un fiasco en arial 14.
La siniestra de Colo-Colo es el VIH en los 80′: contagia y mata. Jason Silva fue víctima. Llegó armado con pinzas para cejas y extintor en mano: «siempre he sido hincha». En el acto más tribunero de la historia, pateó un trapo azul para congraciarse con el respetable y terminó detenido.
Copa Libertadores. 84 minutos del segundo tiempo vs Mineiro. Martín Tonso amasa la de 32 cascos y elude rivales. Palpa la gloria. Ya eligió su smoking para cuando lo condecoren. Percuta y… LA DE CUERO DESCANSA EN LA TRIBUNA. No todos descorcharon champán cuando lo cortaron. Llegó como «muerto» y se fue como «zombie».
Lejos de los flashes y el aplauso fácil está Valber Huerta. No, el es de otra calaña. Casco con luz y picota en mano, Baldomero Lillo lo reclutaría en su Subterra. Trabajador tan silencioso, que nadie supo que pasó por Colo Colo. Tres lances y la indiferencia fría de la gallada.
Tras hacer enojar a los Dioses, Sísifo fue castigado a cargar una enorme roca a la cima de una colina, la cual caía una y otra vez desde las alturas. Así le pesó la tricota del popular a Ramón Fernández. No atendía las llamadas que le hacía la de 32 cascos. Inaceptable para un 10.
(Texto en desarrollo…)