[COLUMNA] En un mundo futbolero donde se celebran los penales inexistentes, donde se busca sacar ventaja programando partidos a las 4 de la tarde en altura, donde se exige a la FIFA que reponga los puntos quitados por hacer trampa, donde se pifian los himnos de los países vecinos, donde se piden laterales que no corresponden y donde se enrostran delitos o accidentes personales de los rivales, el gesto realizado por Atlético Nacional de Medellín engalana el fútbol y lo vuelve vivo y vigente.
Llegar a una final internacional es tremendamente difícil. Requiere de un esfuerzo gigantesco de muchos años. Por eso, la frase “De nuestra parte, y para siempre, Chapecoense Campeón de la Copa Sudamericana 2016” publicada por la dirigencia oficial del equipo colombiano, surge como un grito estruendoso de bondad, de sensibilidad, de caballerosidad. De entender que el fair play es muchísimo más que tirar la pelota lejos. De entender que el fútbol es lindo y que la competencia tiene un sentido.
Estábamos al borde de lograr un objetivo grande, pero el sufrimiento y el drama vivido por ustedes, rivales sólo dentro de la cancha, es muchísimo mayor.
Ganar no es el objetivo final. Así entiendo el fútbol. La forma es sumamente importante. Por eso, luego de conocer el gesto colombiano, reafirmo mi pensamiento. Lloré al ver al Rayo McQueen devolverse un metro antes de la meta para empujar a su ídolo y hacerlo terminar la carrera. Y lloré ahora al saber que el fútbol puede seguir dando ejemplos de justicia y humanidad.
No es necesario ser primero para ganar.