[COLUMNA] Comenzaré diciendo que el colocolino es fácil, muy fácil. Y antes que empiecen a putearme explicaré por qué.
El caso de Pedro Morales a estas alturas ya se está convirtiendo en emblemático. A un jugador identificado con la U, de evidente y muy buen pasado azul, que declaró que jamás jugaría por su archirrival, la vida le tenía planeada una de esas ironías del destino: jugar en Colo-Colo.
Y para ser sincero, la inmensa mayoría del hincha colocolino, cuestionó(amos) su llegada. Si bien había sido rostro del FIFA y recordábamos su buena pegada, Pokegol no era del paladar albo, claramente no por lo futbolístico, sino por su “pasado (y presente) azul”.
Eso, a principios de año.
¿Jugó? Poco y nada. Las lesiones fueron pan de cada día. ¿Jugó bien? Sí, hay que ser honestos. Las pocas veces que le tocó, hizo las cosas bien. ¿Descolló? No, fue uno más.
Entonces, ¿por qué ahora que se va porque se le acabó el contrato y no está considerado, muchos colocolinos piden(imos) que se quede?
Y aquí estoy seguro que no me putearán. Esta es la simple explicación: el colocolino es fácil, muy fácil.
Es fácil, porque se sabe lo que quiere. Quiere alguien que entrene como cabro chico, que corra, que demuestre interés, que vaya al estadio aunque esté lesionado, que declare que quiere seguir en Colo-Colo y que lo demuestre incluso pidiendo quedarse con un sueldo mucho más bajo que el que tenía. Eso quiere.
Ahora, si a eso le sumamos su pelo albo, su coqueta sonrisa, sus cambios de frente, sus pases de 40 metros y que sabemos que el mediocampo necesita un buen recambio, sobre todo en épocas de cansancio, hacemos la ecuación. Necesitamos a Pokegol.
Puede ser que nos dimos vuelta la chaqueta. Puede ser. Pero me quedo con que estos meses conocimos un jugador interesado, comprometido y talentoso, que seguramente se muere de ganas de ser campeón en Colo-Colo.