La Champions League y la Copa Libertadores sirven para graficar la diferencia entre lo bello y lo sublime.
Bello, es un partido del Real Madrid y el Tottenham. Estadio cómodo e iluminado, cancha en perfecto estado, jugadores guapos y talentosos, ungidos en uniformes totalmente contrastados. El Tottenham convierte 3 goles y su educada hinchada aplaude de pie, como si se tratara del final de una obra de teatro.
Sublime, es un partido entre Lanús y River Plate, jugado en un estadio en medio de un populoso barrio argentino, con una cancha sucia por el papel picado, una tribuna llena de lienzos y barras bravas, con árbitros presionados y jugadores de extracción baja y aspecto de blingblineros, los hombres de Lautaro Acosta lo dieron vuelta de forma casi milagrosa, enloqueciendo a una hinchada entera. Lanús a la final y Argentina rendida a sus pies. He ahí la diferencia entre lo bello y lo sublime.