Por Diego González, panelista del ColoCoLeit.
Ganar era esencial si queríamos seguir respirando en Copa Libertadores y estabamos preocupados de que este mismo equipo que enfrentaríamos de visita ya nos había ganado de local.
El partido se atrasó 1 hora, porque esto es Sudamérica y si quieres que los focos del estadio esten perfectos, anda a ver la Champions, porque acá tenemos perros invadiendo la cancha, peleas en la galería y luces que no funcionan. La belleza de Libertadores.
Una vez empezado el partido, Colo-Colo dominó el primer tiempo como si estuviera de local, llegando constantemente al arco Cetáceo y recuperando fácilmente la posesión. Pero la historia reciente cuenta que tenemos 300 oportunidades de gol y nos vacunan 1 vez y quedamos fuera… así que teníamos que descontar lo antes posible.
Para eso llegó Jaime «Pajarito» Valdés, quien hizo una primera parte como en el 2014 y se asoció con Paredes para finiquitar con un barrial puntete, que sorprendió al arquero y nos dejó en ventaja.
Los primeros 45 fueron solo de Colo-Colo, con chispazos del local, hasta que una aventura personal de Jorge Valdivia fue cortada en seco por el arquero del equipo ecuatoriano, con falta. Se lo fabricó «el Mago», sin perjuicio de eso, sí hubo contacto y, en consecuencia, fue bien sancionado el penal.
A 12 metros del arco, se plantó Esteban Efraín Paredes Quintanilla, el ídolo vigente, el goleador histórico, el que promete y cumple. Muchos dudamos, hay que admitirlo, de que acertara, dado los varios penales que ha perdido. Pero Esteban, el de los goles, no está en esta tierra para que nos olvidemos de él. No. Él está en el equipo de Arellano para batir récords y quedarse para siempre en la historia. Él pisa esta tierra para que le digamos con orgullo a nuestros nietos: «yo vi jugar a Esteban Paredes». Convirtió el Capi7án y era el 0-2, encendiendo la esperanza de miles de colocolinos.
Por reclamos, se fue expulsado Nazareno en el equipo del Centro del Mundo. Ganando por 2, con un jugador más, estábamos listos… ¿o no?
En el entretiempo, Héctor Tapia sacó a Barroso y puso a Insaurralde, lógica decisión, pensando en que los locales nos caerían con centros como si no hubiese un mañana.
Pareciera que la humedad, el desgaste de precalentar muchos más minutos de los acostumbrados por el corte de luz, el trámite propio del partido y la falsa seguridad del 0-2, le pasaron la cuenta al Cacique. Se volvió un equipo lento e ingenuamente confiado, pensando que la ventaja de 2 tantos era insuperable por los de Manta. Sin embargo, esto es la Copa y el relajo es imperdonable.
Nos atacaron como si a nosotros nos hubieran expulsado a 1 y no al revés. En la insistencia, hubo un desorden en la contención que nos costó el descuento Cetáceo a 10 minutos del final. En los hinchas, empezó a correr la película mental de todos los años: «Cerro Porteño… Atlético Mineiro… Independiente del Valle… Botafogo… ¿Delfín?»
A pesar del riesgo extremo a nuestra estabilidad mental y cardíaca, aguantamos, sufriendo hasta el final, cuando pudimos haber cerrado el partido mucho antes, sin pasar miserias.
Seguimos con vida, pero aun con el agua al cuello, obligados a ganarle a Bolívar en la cancha David Arellano. Vamos, que se puede.