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Al terminar el partido, por la final de la Supercopa, me di cuenta de algo. Una verdad completamente personal, que quizás no compartan conmigo. Tampoco espero que lo hagan, porque sería meterme en la visión que cada uno tiene del fútbol y no, no estoy para eso. Pero si quiero contárselos y quizás, por ahí, alguno se suma a esto que se me reveló cuando dio el minuto 92 y Colo-Colo hacia su segundo cambio: amigos, vivimos mucho tiempo anémicos de fútbol.

Quiero que se entienda. No digo que no hayamos tenido buenos jugadores, cracks e ídolos durante este tiempo. No faltaron las copas ni tampoco los partidos para recordar. Pero en ese minuto entendí que vivimos mucho tiempo sin esa chispa, sin la esencia de este deporte donde hay una pelota, 21 jugadores y, solo en contadas ocasiones, un mago. Nosotros teníamos un fuera de serie, como Esteban. Un crack como Valdés. Pero esos jugadores siempre se ven mejor con esa especie que ya parece extinguirse.

Lo entendí porque viendo el partido me acordaba de esos videos con compilados de jugadas de los más grandes magos del fútbol, que por coincidencia llevan una capa con el 10 en la espalda. A esos que los quieren bajar apenas tocan la pelota. A esos que la pelota los busca, se les pega, se siente cómoda al lado de su pie más hábil. Esos que ven pasar el tiempo más lento y encuentran un espacio donde los demás solo ven piernas. Esos que sonríen después de recibir una patada, de dar un pase o de hacer un gol. Sonríen. Porque entienden que eso es el fútbol y nunca se les olvidó que son inmensamente felices con una pelota en los pies.

Minuto 92 y el estadio aplaude. Nos saludas. Sonríes.

Termina el partido. Eres un niño, un hincha más. Eres la alegría del fútbol, dentro y fuera de la cancha.

No sé lo que pase más adelante. No sé si daremos vuelta la llave contra La Serena o si seremos campeones del Transición. No sé si los hinchas seguirán odiándose entre ellos; si Guede se quedará o se irá en dos fechas más. No lo sé. Pero hay una certeza que se muestra clara entre tanta incertidumbre: pase lo que pase, te voy a estar agradecido por este partido y medio que me regalaste. Por estos 137 minutos donde me recordaste que hay algunos que no se esconden, porque no les da miedo, porque les gusta estar con la pelota. Que se les pega por arte de magia. Que ven cosas que otros no ven y que llevan una capa con el 10 en la espalda. Que el fútbol es un juego y que nos hace felices.

Gracias, Jorge.

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