[LA RUTA DEL FÚTBOL] Relatorcín tiene una compañerita de curso que tiene un papá futbolero. Tan futbolero que es un profesional del fútbol. Y desde hace un tiempo, se fue a la IV Región para trabajar como PF de los piratas, buscando en ese momento junto a J.J. Ribera y a Fernando Solís, sacar a Coquimbo Unido de la zona de descenso. Lo lograron a duras penas y ahora, ya con más trabajo, buscan pelear el ascenso a la primera división.
La cosa es que luego de algunas negociaciones, dimes y diretes y lavadas de platos varias, tomamos «en conjunto» una decisión familiar: iríamos el sábado a La Calera a ver el partido de los locales contra Coquimbo.
Whatsapeo a mi amiguito Coronado, el PF de los amarillos y le digo que iríamos a verlo. Le ofrezco incluso llevar a la Florcita Coronado chica, pero no puede porque tiene un compromiso el mismo día. Además, aprovecha de decirme que el partido es en Quillota, no en La Calera, lo que complica una secreta intención que tenía: ir a conocer un mural en honor a Matías Fernández que hicieron en la población El Melón. Bueno, ya pensaré en algo para desviarme y conocerlo igual. Total, en mi GPS cerebral, La Calera y Quillota quedan a un paso.
Tipín 11 y media y luego de preparar como quince veces pañales, picnic, leches, parkas, poleras, mochilas y cuanta cosa hay que hacer, salimos con Relatorcín, Reguatoncín y su santa madre hacia tierras chirimoyeras. En el camino, se me ocurre pedirle a la mamá de Relatorcín que busque una lugar para almorzar en Quillota para poner la dirección en el Waze. Hasta ahí, todo perfecto.
Divino Pecado fue el nombre seleccionado. Una picá muy bien evaluada por todo tipo de personas. Yo me imaginé Quillota y picá y pensé inmediatamente en un antro de mala muerte, con bebidas de vidrio, ketchup y ají Don Juan en la mesa, un mozo tan gordo como futbolero, murallas raídas y baños no muy bien cuidados.
Llegamos a San Martín 470, a dos cuadras de la Plaza de Armas, y la expectativa difería un poco de la realidad. Entramos con curiosidad y me dió una especie de calambre en el bolsillo. Me tiritó el ojo y antes de decirle a mi compañera de viaje que su decisión no había sido la correcta, Reguatoncín y Relatorcín ya estaban sentados en una mesa comiéndose un pan con pelotitas de mantequilla y poniéndose en lugares no adecuados las pulcras e impolutas servilletas de seda. Cagamos. Nos tenemos que quedar. Divino Pecado. Divina será la cuenta que tendremos que pagar.
Del almuerzo no quiero acordarme, menos de mi cada vez más escuálida CMR. 10 gramos de entraña al merkén, una lasaña de alcachofa liliputiense, 4 bebidas y un par de fetuchinis fueron suficientes. No estaban malos, para ser sincero, pero digamos que estoy más acostumbrado a la abundancia económica que a todo lo contrario.
Saliendo del Pecado, nos dirigimos al Lucio Fariña Fernández, un estadio de otra ciudad. Me acordé de la época de Plaza Sésamo y esa canción «🎶 una de estas cosas no es como las otra, es diferente de todas las demás 🎶». Para ser prudente, digamos que el estadio es de una ciudad grande y moderna.
La gente, enojada con el presente y el pasado inmediato de Unión La Calera, es bien crítica con su equipo. Y los cerca de 300 hinchas cementeros, prefirieron cantar en contra de los dueños, gritar insultos al DT y putear con vehemencia e imaginación al capitán, un delantero argentino de apellido Laurito, que para más remate se perdió un penal en el primer tiempo.
El partido fue intenso por momentos, pero no muy bien jugado. La cancha sintética ayudó a la velocidad, pero no a la precisión. Reguatoncín y su madre, prefirieron ver sus dispositivos móviles que lo que pasaba dentro de la cancha, pero bueno, no se les puede pedir más. Ni Pancho Arrué ni la Pulga Monje son los mismos de hace 15 años. Ya les cuesta llamar la atención. Además, los asientos tipo cine en donde estábamos ayudaban más a la siesta que a otra cosa.
El juego se definió en penales. Una mano de un defensor en el área de Rodrigo Paillaqueo terminó en gol de Juan Manuel Tévez para los piratas. Y una mano en la otra área, terminó con una atajada espectacular de Franco Cabrera y con todo el estadio recordando a doña Laura, la madre de Laurito.
Lo mejor de lo mejor, estuvo al final, cuando terminó el partido. Los caleranos se fueron a La Calera y nosotros fuimos a saludar a Coronado, quien muy gentil nos invitó al camarín ganador. Experiencia nueva para mí y alucinante para Relatorcín, que aparte de pisar el gramado sintético del Lucio Fariña, entró al camarín coquimbano, se sacó una foto con el goleador y el cuerpo técnico y se sorprendió con la alegría y desnudez propia de un lugar lleno de secretos. ¿Y Mou Jadama? El moreno colocolino no fue citado. Una lástima. Hubiera sido un espectáculo verlo en las duchas (?).
Ya de vuelta, hice un último esfuerzo por ir a La Calera a conocer el mural del Mati Fernández, pero al comprobar que debía pagar un nuevo peaje, pensé en mi CMR apaleada por un Divino Pecado, agaché la cabeza y tomamos la ruta hacia Santiago.
Parada 2 de la Ruta del Fútbol: Lucio Fariña Fernández, Quillota.