Por Diego Jorquera
Santiago, Chile, 28 de junio de 2017, me despierto y pienso que hoy juegan Chile y Portugal por la semifinal de la Copa Confederaciones y me acuerdo de Cristiano Ronaldo, que, aunque tiene un equipo lleno de mancos que se creen buenos, ha ganado cosas importantes.
Tomo el teléfono y me voy al baño. Como cada día, sentado, 15 minutos de Memes previo a la ducha, quizás algo de Instagram y porque no Facebook. Recuerdos. “Hoy tienes recuerdos para rememorar” -que frase más cliché-. Abro la aplicación y me encuentro con el pasado. A veces hay lindos recuerdos, a veces me enfrento a cosas que escribí cuando tenía 15 años (xd xddd y xdddxddxd lol, básicamente eso), pero hoy 28 de junio hay cosas dolorosas en la memoria.
Un día como hoy hace 6 años… falté a clase de lenguaje en el preuniversario. Ese mismo en la mañana estaba, y cito textualmente “con mis compipas de cuarto medio, talking bout life”. Estos recuerdos de Facebook no deberían existir.
Pero así un día como hoy, Mauricio Pinilla le pegó al travesaño y nació el para siempre recordado “Palo de Pinilla”, quizás el momento más doloroso de este país después de la Dictadura y el día en que dijeron por ley que la Marraqueta ya no podía tener sal.
Me ducho y me voy a estudiar a la U, con la confianza de que hoy no habrá minuto 199´, de que hoy me irá bien en la prueba de derecho y que más tarde podré ver el partido y gritar un golcito de la Selección.
Todo marcha sobre ruedas
Camino a la Universidad de Chile me doy cuenta de que mi polerón “nuevo” se manchó con cloro, justo en el frente, más o menos a la altura del ombligo, pero lo que podría ser un mal augurio no dejo que me afecte, ya que la camiseta no se ensució y está ahí, lista en la mochila para cuando tenga que ir a ver el partido con los cabros. Se que ganarán hoy, porque aún no me afeito, y la barba jamás me ha fallado.
Desde el 2015 decidí no afeitarme mientras Chile dispute torneos internacionales, y aquí estamos con tres finales en tres años. No soy supersticioso, pero diganme ustedes que no es demasiada coincidencia. Quizás soy un poco cabalero, pero no es lo mismo.
El 2014 me afeité y bueno, 1095 días atrás perdimos por penales frente a Brasil. Yo digo no más.
Hoy se cumplen exactamente cuatro semanas desde el último día que me afeité. Es lo que pienso mientras debería estar estudiando y cuando miro mis apuntes leo: “La honra no es lo mismo que el honor, o sea sí, pero no, es subjetivo”. Que gran apunte viejin, de verdad a veces me sorprendo de mi mismo.
Con la materia clara rindo la prueba. Oral. O sea, chamuyo, pero saco la tarea adelante. El profe tiene cara de pesado y te muerde los talones, así como Gary a CR7, pero finalmente se raja con la nota. Un 5 y un 6, me da un 5,5 para pasar el ramo con un 5,9. Sin calculadora, sin presión y con el partido controlado. Pero luchando hasta el final. Como la Roja.
Tres años atrás
El Jano comienza a cantar el himno y Nicole lo acompaña, yo callado, me acuerdo de esta misma fecha en el 2014, cuando rodeado de 7 o quizás 10 mil brasileños, estábamos con mi papá y Fernando -otro crack, pero no mi mejor amigo- y cantamos el himno con la mano en el corazón, con más esperanza que otra cosa, para ver si en una de esas eliminamos al local. Casi lo logramos, pero el travesaño quiso otra cosa.
Portugal muerde y presiona bien arriba, mientras que la Selección Chilena intenta armarse. La tensión se siente, y en ciertas jugadas literalmente siento que mi corazón deja de bombear sangre, como esperando ver dónde terminará la pelota y cuando se da cuenta que no entró al arco, continúa su eterna tarea de mantener al cuerpo funcionando.
Vargas queda solo y se lo atajan, André Silva, también. Parejo para los dos lados, pero está más en portugués que otra cosa.
Por esos asuntos de la vida, el fútbol es una repetición eterna de ciertos hechos, y lo que más le gusta son las repeticiones en las mismas fechas de distintos años. Por eso, hoy, los lusos comenzaron dominando, así como los brasileños tres años atrás. La defensa un poco insegura, con los temores propios de ellos mismos y de todo el país.
“Jueguen con la pelota, pero no con mi corazón”
Es lo que pienso cuando Jara, Medel y el Huaso Isla comienzan a tocar en el fondo de la cancha. Yo sé que ellos tienen claro lo que están haciendo, pero a veces las jugadas tan arriesgadas, tan al límite, tan peligrosas, me asustan y en cualquier momento veo como Cristiano la roba, encara, gambetea y celebra. Afortunadamente nada de eso pasa y el partido sigue 0-0.
Termina el primer tiempo. 45 minutos y parece que ya pasó una hora, pero no, solo un cuarto de ella. Comienza el segundo tiempo y de nuevo Portugal domina un poco más, así como en la primera mitad. Pero Charles comienza a comerse el medio campo, los desbordes del Huaso y las combinaciones entre Bose y Alexis. Arturo un todo terreno y el arbitro Iraní, que está ahí por la buena onda, porque de fútbol como que no sabe mucho.
En la sala del VAR, el árbitro de la potencia futbolística Uzbekistán, juega carioca con sus asistentes, mientras que el juez principal pregunta si es falta o no. La respuesta es negativa y André Gomes sigue jugando gratis. Un ayudita para el campeón de Europa.
Salen las papas del horno, con queso derretido, y mientras nosotros comemos, como para piensa en otra cosa, el presidente de la FIFA piensa en todos los dólares que van a entrar por publicidad si Cristiano Ronaldo llega a la final y gana la confederaciones.
El partido sigue empatado y es imposible no pensar en los penales, es imposible no pensar en Brasil y el 2014, es imposible no preguntarse si hoy el fútbol dará revancha o permitirá cambiar la historia. Es imposible no ilusionarse, así como cuando Alexis le empató a Julio César.
Es subjetivo
Así como mis apuntes sobre honor y honra, me doy cuenta de que esta Selección es así de similar a la del mundial de Brasil. Debe ser el 85% del mismo plantel, pero con un nivel en sus jugadores, así como su madurez y jerarquía que lo hacen ser lo mismo, pero no. Osea es igual, pero no, osea es subjetivo.
El tiempo avanza y el reloj corre. No para. No para, cuando André Silva está en el suelo. No para cuando golpean a Vidal. No para cuando Bravo corta los centros. No para cuando la pelota flota en el aire como queriendo entrar.
Alargue
Alexis está cansado y nosotros también. Ya no queda voz, ya no quedan lágrimas y cada pase, cada centro es una tortura. Por alguna razón Pizzi hace entrar a Martín Rodríguez, quizás solamente para hacernos sufrir más. Quizás porque él confía en el. Quizás ni él mismo lo sabe.
¿Hasta cuando dura el primero tiempo extra? Hasta los 105´y el otro hasta los 120´, es decir dos horas de partido. Alexis, te odio. Alexis, suelta la pelota. Alexis, no seas comilón. Es lo que se escucha en departamento 1503 de Macul, mientras Claudio Palma dice por la tele que está cansado y que tiene un problema muscular. Yo pienso que lo mejor es que salga, porque así no sirve, cuando eso la pincha y se la abre al Huaso, que corre como ninguno desde que está con la Gala, porque esa mujer la cambió la vida, y aunque la pelota es complicada el llega, con sacrificio y saca un buen centro, a la cabeza de Alexis, cual David Beckham y Sánchez, cual 9 inglés salta, se eleva y conecta, pero la pelota, caprichosa, en un segundo eterno, mira el arco, el rincón inferior derecho y lo evade, saliendo, porque no quiere que Chile gane de esa manera. Hoy no.
Segundo tiempo extra y Chile se va encima, no quiere penales, no por miedo, pero porque sabe que lo puede ganar en la cancha, jugando y tocando, como ha sabido hacer desde aquel día hace tres años atrás.
El fútbol recuerda ese día, le gusta, y por eso en el 118´la pelota fue para atrás, muy bien servida a Arturo, quien estaba esa tarde en Belo Horizonte, quien vio desde un lugar privilegiado como Pinilla la estrellaba en el travesaño, aquel maldito travesaño. Arturo miro, recoge la pierna y remata, la pelota viborea, se abre con comba hacia afuera, mientras Martín la evade -más por miedo que otra cosa- y nuevamente el palo, dice que no, como para recordarnos la historia, a los jugadores, al país y a los del 1503 que no lo podemos creer.
“Madre mía”, fue lo que exclamó la princesa.
Penales
Mi espíritu cabalero dice que Chile no clasificará a la final, porque las finales ante Argentina las ganó jugando de rojo y hoy está de blanco, pero no lo digo en voz alta porque eso es mufa y uno no quiere ser el responsable. Pero también pienso en la justicia y el merecimiento -que aunque al fútbol le da absolutamente lo mismo-, hace sentido que el penal que no le cobraron al Gato Silva, debería ser suficiente para avanzar y que Julio Martínez diga en el cielo: “Justicia Divina”.
Parece que la tanda no comenzará nunca, se hace eterno, ya no puedo estar sentado y los cabros rompen el sillón. Después lo arreglamos, ahora hay cosas más importantes. Sentados en el suelo miran como Arturo toma carrera, como la cruza, con potencia, un penal casi tan perfecto como el de Matías, penal que debe haber destruído los nervios de Quaresma, quien con miedo, pero personalidad dispara a la derecha de Bravo y el capitán, como contra Biglia y Banega, ataja, desatando la algarabía en un país paralizado en horario laboral.
Ahora Charles, de quien no dudo, ya que sabe y una vez dijo: “Yo elijo un lado y ahí le pego fuerte”. El príncipe nunca ha fallado en una definición. Es el turno de Joao Moutinho, quien pienso va a convertir, porque tuvo una buena temporada y no tiene cara de ser pecho frío. Pero el capitán está intratable y como aquella noche en Ñuñoa, se vuelve a lucir. A su derecha otra vez y 2-0 para Chile.
Alexis, ahí estás tú y te hablo y digo que no, porque tú no sabes patear penales y el único que hiciste en tu vida igual le pegaste pifiado y estoy seguro que ahora te lo van a atajar. Pero conviertes, con seguridad, aunque igual le pegaste al mismo lado que le has pegado toda la vida, porque eres crack, pero penales no pateas. Si yo hubiera sido arquero de Portugal, al menos ese lo tapaba.
Ahí viene Nani
Cristiano muerto de miedo, no patea, se ama demasiado, por lo menos más que a su país, como para permitirse quedar en vergüenza frente a todo el mundo. Por eso, cuando el debería haber pateado el penal, para mantener a su equipo -del que es capitán- con vida, arruga y manda a Nani al frente. Mal hecho.
Nani se demora, se toma el tiempo, hace como que va a patear para no patea y Bravo lo espera, lo espera y lo aguanta, hasta que cuando patea lo ataja y sale corriendo al córner, mirando a sus compañeros, invitándolos a celebrar, mientras que en el 1503 nosotros gritamos y Nicole ya no llora, y la Vale aunque quizás no grite como nosotros está feliz y con el Jano saltamos, no importando que se haya roto el sillón o que haya cerveza derramada por el suelo, mucho menos que aún quedan cosas por hacer en el semestre, o que nuestras vidas no sean perfectas y sin problemas.
Mientras la roja -hoy de blanco- toma al capitán en andas y lo eleva hacia el cielo, las celebraciones comienzan en un país que no está mal, pero que hoy en día no tiene mucho que festejar. La gente sale de sus casas y un país que estuvo paralizado por dos horas y media comienza a retomar su andar. Las ambulancias vuelven y las micros siguen tomando pasajeros, que llegarán a sus casas y hablarán del partido con sus familiares.
Por mi parte yo llamo a mi papá, presente aquel día en Brasilia cuando comimos polvo y nos fuimos amargados en 8vos de final. Y pesar de que desde el 2014 no hemos visto juntos a Chile disputar un torneo internacional, sé que está feliz, porque él vivió en una época donde ganarle a Paraguay en Asunción era motivo para ir a la Plaza Italia, pero hoy no, porque el domingo quizás lo tenga que llamar de nuevo, para celebrar otro título por teléfono, mientras un país quizás celebre eufórico en el punto neurálgico de la Capital.
En un día de revancha, el Palo de Pinilla pasa a la historia, siendo reemplazado por el de Vidal, que duró tan solo 10 minutos, ya que ahora el 28 de junio será el día que le ganamos al Campeón de Europa, al mejor del mundo y estuvimos un poco más cerca de la gloria mundial.